Zurciendo el Planeta: crónicas del hilo y la aguja como una forma de darle pelea al cambio climático
Por Manuela Herrera
La colectiva, surgida en 2016 en México, transmite un mensaje de cuidado del medioambiente utilizando como herramienta al bordado. Gracias al contexto de virtualidad actualmente hay integrantes de otros países, como Chile y Argentina.
Silencio. Palabra de ocho letras que suele remitir a falta, abstención, omisión. Pero en este caso, no. En este caso se reinventa el silencio a tal punto que se convierte en sinónimo de compañía. ¿Verdad que no siempre hace falta hacer ruido? A veces alcanza con ser un montón de mujeres de distintos lugares de América Latina bordando silenciosas y al mismo tiempo, conectadas a través de una reunión de Zoom. “A mí me parece que al bordar, nosotras también cambiamos. Hay una cosa como meditativa en el proceso de hacer el bordado”, explica Dora Napolitano, creadora de la colectiva Zurciendo el Planeta.
También hay espacio para intercambiar palabras. “De repente sale un tema de conversación y se va expandiendo la mirada del mundo que tenés, va expandiéndose y va creciendo. Empezás a ver cosas, temas, que antes ni te los planteabas”, dice Patricia Holeyweel, artista de Pergamino que también forma parte de esta iniciativa.
Actualmente el foco se encuentra puesto en el bordado de árboles para participar de la Conferencia de las Naciones Unidas por el Cambio Climático (COP26) que se desarrollará en Glasgow entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre de este año. “Bordando árboles porque hay que ser más como un bosque y crecer para el bien de todos”, afirman en su biografía de Instagram desde Zurciendo el Planeta.
Desde Zona Norte Ambiental charlamos con dos integrantes de esta colectiva, Dora y Patricia, para poder acercarnos más a esta propuesta que mezcla arte y activismo.
¿Cómo surgió Zurciendo el Planeta?
– Dora: El año pasado con unas compañeras en México, teníamos pensado hacer una serie de talleres que llamábamos costuras ecológicas y huerto urbano. Esos talleres iban a empezar en mayo o junio, obviamente en esos meses no se podía hacer nada presencial y entonces las pasamos a en línea. En realidad, pensamos que iba a ser poco probable que la gente asistiera porque cómo vas a aprender a bordar si no me puedes ver las manos, ¿no? Pero resultó absolutamente lo contrario, porque se empezó a sumar gente que jamás hubiera podido venir a los talleres presenciales en la ciudad de México, como Patricia y sus compañeras en Pergamino. Entonces de repente una iniciativa que nunca habíamos pensado más que local, se volvió internacional, de una manera orgánica muy bonita.
Hicimos muchos talleres el año pasado. Fue también un momento pandémico en que la gente tenía tiempo de asistir a los talleres y ganas de hacer cosas que le dieran sentido a la vida. Fue un proceso colectivo muy enriquecedor y al final de esos talleres, en noviembre del año pasado, hicimos una exposición en la Ciudad de México con todos los bordados que pudimos recibir. De manera presencial eran unos cuarenta y pico de bordados, pero en la página hicimos una exposición virtual que incluyó todos los bordados, incluso los argentinos y los chilenos. Y nos hicimos amigas, aunque muchas no nos conocemos de verdad. Nos quedamos con las ganas de seguir haciendo cosas juntas. Y entonces este año empezó a surgir la conversación, la imaginación, las ganas y nos planteamos hacer algo para la conferencia climática.
Patricia, ¿Y cómo fue la experiencia de Pergamino?
– A nosotras nos sorprendió un montón cómo llegamos a este proyecto. Si bien ya conocíamos “Zurciendo el planeta”, seguíamos la página y demás, cuando Dora nos cuenta que los talleres van a empezar a ser virtuales por la pandemia el año pasado en el 2020, dijimos: “bueno, vamos a hacerlos”. Éramos tres bordadoras: María, Adriana y yo. Nos hizo volver a pensar nuestros hábitos, nuestras rutinas y reunirnos entre nosotras tres. Como que se va expandiendo la mirada del mundo que tenés, va expandiéndose y va creciendo. Empezás a ver cosas, temas, que antes ni me los planteaba. A mí me gusta mucho usar esa metáfora de las semillas porque este año somos 25 bordadoras en Pergamino de tres que empezamos el año pasado. Me parece que está buenísimo, contagiar este entusiasmo y también poder tener otras conversaciones con las personas que nos rodean. Habilitar más la charla a lo que tiene que ver con lo ambiental, con el arte, con los nuevos hábitos. Nuevos hábitos para nosotras, pero son hábitos que antes eran muy comunes, no los inventamos nosotras: el hacer compost, el remendar la ropa. Entonces por ahí pensar eso y crear nuevos hábitos que en realidad son viejos hábitos.
Acá en Pergamino nos unimos a Zurciendo el planeta colaborando con el proyecto de “Árboles por la vida”. Nos encantó también el proyecto y empezamos a averiguar y meternos un poquito por las Secretaría de la Municipalidad para poder hacer un círculo de árboles -que es este proyecto de la artista canadiense Silvia Borda-. Así que pronto en Pergamino va a haber un círculo de árboles, un proyecto super interesante.
En sus historias destacadas usaban la palabra “artivismo”, ¿de qué forma creen que lo que hacen ayuda a lograr un cambio en el mundo?
– D: Yo creo que el arte le llega a la gente, les mueve de otra manera. Es muy diferente una obra de arte que un texto de cuarenta páginas que te enlista todos los desastres que ya sucedieron, los que van a venir. Entonces tiene una posibilidad diferente de enganchar a la gente, hablando de artivismo en general. El bordado en particular es algo que está muy asociado a las mujeres, a las carpetitas que hacía la abuela. En general, no se asocia con grandes rupturas, pero al mismo tiempo eso hace que la gente no se espere que le vayas a mandar un mensaje brusco. Y entonces sí se acercan. Yo empecé a bordar relativamente recientemente, más o menos en el momento en que sentía que los talleres que estábamos haciendo llegaban más bien a gente que ya estaba convencida del tema de que había un problema ambiental. Pero yo quería llegar a la gente que todavía no sabía que había una emergencia climática. Entonces el bordado es una forma de meterse por las ranuras.
– P: Además el bordado abre a la mirada del otro. Uno trata de llevar ese mensaje y en eso, en cada puntada, va sintiendo otra vez y armando esa idea… y en el puntada a puntada uno baja la velocidad. Vamos bajando la velocidad que es un poco de lo que se tratan estos nuevos cambios de hábito: de bajar la velocidad de consumo. Estar más abierto y empatizar con lo que nos rodea, con la naturaleza, los árboles, los animales, todo.
– D: El bordado es un arte milenario, los seres humanos han estado bordando seguramente los últimos 10.000 años si no es que más. Entonces de verás a otro nivel nos conecta con esa trayectoria, esa tradición tan antigua que habla de otro ritmo de vivir, que habla de un tiempo en que una prenda de vestir tardaba un año a lo mejor en hacerse. Conectarnos con todo eso tiene muchos valores para quien lo hace.
¿Qué sienten que genera el hecho de ser un grupo de mujeres de distintos países de América Latina?
– D: Para mí lo más impresionante ha sido sentir que hay como un reconocimiento. Muchas mujeres eran activistas de algún tipo, pero la enorme mayoría no, somos todas gente normal con una gran preocupación. Entonces tienes momentos en nuestros encuentros virtuales en los que la gente se da cuenta que alguien a 4.000 km está pasando por lo mismo que uno, momento de conexión, de encuentro, de solidaridad. Momentos de darse cuenta de que somos muchas. Eso da mucha esperanza, aunque nos metamos todas en la reunión y contemos cosas que son deprimentes, en realidad sales de la reunión con ánimo, con muchas más ganas, diciendo “ahora sí puedo hacer algo porque no estoy sola”. Y eso es invalorable porque si todos los seres humanos que calladamente en nuestras casas estamos preocupados, encontramos el ánimo y la esperanza para decir: “no, yo ahora voy a hacer algo, esto no es un desastre sin solución”, pues ahí ya está la solución. A mí me ha dado muchísima esperanza todo este proceso.
– P: Sentir que lo poco que uno puede llegar a hacer no se pierde, que no sos rara por estar separando la basura. Te conocés con gente que está re lejos, que tiene otra tonada de voz, que tiene otra forma de decir las palabras… pero que le pasa lo mismo, siente lo mismo. Eso está bueno, porque nos hermana, nos acompañamos entre nosotras, nos hace dar nuevas ideas. Nos apoyamos y por ahí si sentimos que lo que estamos haciendo no aporta nada acá nos vamos acompañando. Te decís “no estoy sola, somos un montón y gestando más cambios”. A mi compañera de trabajo, mi vecina, mi amiga, le cuento en la que estoy y lo que vamos charlando en Zurciendo y de repente la próxima vez que la veo, me dice: “che, empecé a separar los residuos”. Es esto de que se va expandiendo por la inspiración, por las ganas. Está buenísimo.
Para conocer más sobre esta colectiva y contactarse se la puede seguir en Instagram (@zurciendoelplaneta) o visitar su sitio web www.zurciendoelplaneta.org
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Me encantó la nota, no sólo por lo original y atemporal, sino por por lo esperanzadora. Son tan diversos los mini grandes proyectos que se generan para procurar cada día mejorar nuestro planeta.
Gracias, a esos motores “silenciosos” y a las voces como la tuya, Manuela, propagadoras de buenas noticias.