by Sabrina Garcia | 7 de septiembre de 2021 8:10 PM
A partir de una guía con enfoque autodidáctico, funcionarios municipales o comunales podrán diseñar propuestas de aprovechamiento de los restos de poda, jardinería e higiene urbana. La propuesta busca promover la economía circular en todo el país, a la vez que brinda una solución a problemas ambientales que surgen por su incorrecta acumulación, como es el caso de los incendios.
El césped, las hojas, las ramas y los troncos son residuos biodegradables fruto de la poda y la jardinería, ya sea a nivel domiciliario o municipal. Dependiendo la época del año, su gestión puede representar un problema ambiental y económico para los municipios: según la región, puede implicar entre el 6 y el 60 por ciento de los residuos sólidos urbanos, un volumen que dificulta su recolección, traslado y disposición final.
En busca de promover la economía circular y generar un mayor aprovechamiento de este tipo de residuos, un equipo de investigadores del INTI desarrolló una “Guía para una gestión integral de residuos verdes municipales”.
Guillermo Garrido, especialista ambiental del INTI Córdoba y uno de los autores de la publicación, definió a esta pieza como “una herramienta metodológica que invita al autodiagnóstico”.
“Es una herramienta que acompaña el ejercicio autodidáctico para que cualquiera que esté en el territorio pueda aplicar la guía. Es una invitación para que los municipios puedan encararlo por medios propios sin mayores requerimientos”, amplió Garrido en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.
En la guía los investigadores proponen que la organización de la gestión municipal, ante todo, debería seguir una jerarquía de tipo piramidal invertida en donde las opciones que se encuentran en su parte superior son las más deseables. Según esta directiva, para lograr beneficios ambientales contundentes es preferible prevenir la generación de residuos y, en segunda instancia, fortalecer el reciclado en el hogar o punto de origen.
“Reducir implica también buenas prácticas de poda para que el árbol no se enferme y se tenga que talar, la elección de especies para que estén adaptadas o para que no generen más cantidad de hojas por no ser perennes. También incluye el aprovechamiento en origen y la valorización de esos materiales”, distinguió Garrido a la vez que planteó que esta idea no tiene que aumentar el esfuerzo económico, sino que hay que rediseñar lo que ya está armado, pero esta vez con un sentido productivo.
Por su parte, Nadia Mazzeo, licenciada en ciencias ambientales del INTI, destacó: “Aprovechar cualquier tipo de residuo implica que estamos aprovechando un recurso que, de otra forma, se descartaría”. Además, explicó que “en el caso de los residuos verdes, no pasa lo mismo que con otros residuos en donde reemplazamos un recurso virgen por uno reciclado, ya que los residuos verdes se generan a partir del parque que todas las urbanizaciones tienen y son parte del funcionamiento del ecosistema urbano”.
“De esta forma-continuó-, estamos aprovechando materiales que terminarían apilados en un lugar sin ningún tipo de valor. Además, evitamos problemas ambientales y sanitarios que su acumulación puede, por ejemplo, atraer vectores de enfermedades o ser producto de incendio porque resultan altamente combustibles”.
En la publicación, se podrán encontrar los principales puntos a tener en cuenta a la hora de encarar la primera fase del ciclo de Deming, una estrategia muy utilizada en los Sistemas de Gestión Ambiental, que se basa en la optimización continua a través de cuatro etapas: Planificación, Implementación, Evaluación y Corrección.
“Con este autodiagnóstico inicial, recabarán datos en relación a su situación actual con la gestión de residuos verdes y conocerán el nivel y características de sus residuos, la tecnología disponible para tratarlos, los posibles establecimientos privados que puedan estar interesados en participar, los actores involucrados en el proceso, entre otros ejes. Con toda esa información proponemos pensar en estrategias planificadas”, explicó la especialista en ambiente.
Según su tamaño, Mazzeo separó los residuos en tres categorías: fracción fina, media y gruesa. “Por ejemplo -propuso-, las piezas más chicas pueden servir para tareas de compostaje, para camas de animales en caballerizas o como cobertura para parquizar; la fracción media para chips de madera, pellets y briquetas y, por último, la gruesa para leña social para salamandras, hornos, chips, entre otros”.
Estas experiencias alternativas fueron evaluadas por grupos de trabajo locales y colaboradores del INTI. “La publicación fue gestada de forma colaborativa entre dos centros de INTI (Departamento de Química Analítica y Residuos de Córdoba y Departamento de Sistemas y Herramientas para el Desarrollo Sustentable de Buenos Aires) y, a su vez, fue revisado por técnicos de sedes de INTI en el territorio. Esta posibilidad de trabajar articulados es muy enriquecedora para el resultado final”, valoró Mazzeo.
Fuente: Agencia CTyS
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