by Sabrina Garcia | 16 de enero de 2023 7:09 AM
Especialistas del INTA brindan recomendaciones para gestionar de manera eficiente la huerta en balcones y en espacios reducidos de la ciudad. Uso eficiente del agua, la energía y el suelo para obtener los mejores resultados.
La falta de espacio en la ciudad es uno de los factores que alientan a la búsqueda de alternativas de producción. En ese sentido, el desarrollo de huertas en contenedores, además de brindar alimentos frescos, también permite reutilizar muchos materiales inorgánicos y orgánicos que suelen desecharse en los hogares. Por esto, desde el ProHuerta –un programa del INTA y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación– impulsan la creación de huertas en balcones y en espacios reducidos.
Lorena Tanferna, técnica del Programa ProHuerta, explicó que “la producción de alimentos en la ciudad favorece el uso eficiente del agua, la energía y el suelo y ayuda a ahorrar energía, ya que productores y consumidores están más cerca entre sí. De esta manera, evitamos el traslado de las verduras frescas desde puntos alejados, que causa elevados gastos de transporte y perjudica su conservación”.
“Las huertas urbanas también podrían ayudar a aprovechar mejor el agua, evitar inundaciones, amortiguar el impacto de las altas temperaturas y construir un refugio natural para la flora y fauna autóctonas. Incluso, se presentan como un medio para recuperar los saberes de nuestros antecesores y compartirlos con las nuevas generaciones”, indicó Tanferna.
Antes de comenzar con la huerta es importante tener en cuenta una serie de aspectos fundamentales, como el sol, el agua, las semillas y los plantines, asociación y rotación de cultivos y cercos, barreras verdes y sombras, entre otros aspectos.
La luz solar es fundamental para las plantas, ya que les aporta la energía básica para que puedan crecer. Las hortalizas de fruto y las de raíz deben contar con al menos cinco horas diarias de sol, mientras que las de hoja, requieren tres horas de exposición.
A la hora de producir en áreas urbanas, el sol constituye un recurso clave para la producción de alimentos y, junto con la tierra, son los recursos limitantes más frecuentes. La escasez de luz directa provocará que las plantas crezcan despacio, débiles y que tengan poco rendimiento y muchas enfermedades.
El agua es esencial para el desarrollo de las plantas, por lo que se debe contar con la cantidad suficiente y segura para el riego. Sobre todo en verano, la recomendación es disponer de fuentes de agua (canillas, mangueras, etc.) lo más cercanas a la huerta.
Es importante no regar con aguas inseguras, como aguas servidas o que provengan de ríos o arroyos ubicados en zonas industriales. Estas aguas pueden estar contaminadas con bacterias peligrosas, residuos metálicos e hidrocarburos que pueden perjudicar nuestra salud.
Las hortalizas serán tiernas y sanas siempre que reciban agua en cantidad suficiente y con una frecuencia cotidiana. Si el agua escasea, las plantas disminuyen su capacidad productiva. Por el contrario, el exceso de humedad también es perjudicial, ya que provoca la aparición de enfermedades y deteriora la calidad y el sabor de los productos.
Como regla general, es aconsejable regar hasta que el drenaje inferior del envase comience a gotear. No obstante, se debe tener en cuenta la época del año, el tipo de suelo y la especie.
Las terrazas y los balcones expuestos al sol generan mucho calor y eso hace que las plantas pierdan agua muy rápidamente. Como complemento del riego, la incorporación habitual de materia orgánica mejora la capacidad de retención de los suelos compactos y enriquece la absorción de los suelos arenosos.
Para realizar la siembra, serán necesarias semillas y plantines de especies hortícolas, aromáticas o florales. Algunos frutales como los cítricos –limoneros y quinotos, especialmente– y, en menor medida, los ciruelos y las higueras pueden cultivarse en macetas y contenedores.
Si la huerta está ubicada en una terraza, es recomendable construir barreras con plantas altas –como cañas verdes o secas– que atenúen los vientos fuertes del invierno y eviten el excesivo calor del verano.
También, pueden utilizarse una tela o media sobra para disminuir el impacto de las temperaturas elevadas. En cambio, si la huerta está en contacto con calles o avenidas muy transitadas, se puede colocar una barrera verde en el frente del cultivo para retener el humo y el polvo ambiental.
El polvo ambiental o smog, rico en hollín y en otras sustancias contaminantes, se adhiere a las hojas de la barrera y la huerta queda al resguardo.
Por otro lado, en el caso de haber perros o gatos en el predio, se debe generar algún tipo de cerco para evitar la deposición de excrementos en el lugar del cultivo, ya que eso puede transmitir serias enfermedades. Para armar estos cercos, se pueden reutilizar algunos materiales como pallets o tarimas, mallas plásticas, etc.
En las ciudades, los suelos suelen estar deteriorados. Es común encontrar suelos de relleno – generalmente con arcillas – suelos decapitados – sin sus primeras capas – o suelos con una historia previa que desconocemos. En cualquier caso, es necesario utilizar diversas técnicas agroecológicas que permitan mejorar y enriquecer la tierra. En ese sentido, cuanto mejor sea el suelo, mejores plantas tendremos.
Si contamos con un suelo adecuado y espacio suficiente, podemos sembrar directamente sobre este. Sin embargo, cuando se vuelve un recurso limitado para el cultivo, es posible producir en diversos envases.
El cultivo en envases nos ofrece la ventaja de combinar, en las proporciones adecuadas, los materiales que utilizaremos para el sustrato. Un buen sustrato aportará nutrientes a las plantas, retendrá las cantidades necesarias de agua y drenará el exceso de humedad. Para lograrlo, se debe mezclar una parte de tierra negra, tres partes de abono orgánico maduro, una parte de arena gruesa, viruta o cascarilla de arroz o perlitas.
Los recipientes pueden ser espacios de cultivo y una alternativa para producir nuestros alimentos. Para elegir el envase apropiado, se debe tener en cuenta la especie a sembrar, la profundidad a la que se debe sembrar, la densidad y el volumen de tierra que se necesita.
La asociación de cultivos es una práctica fundamental de toda huerta agroecológica que nos ayuda a optimizar el espacio disponible.
Es por esto que, la clave se encuentra en combinar plantas de crecimiento horizontal con otras de crecimiento vertical – puerros y lechugas, respectivamente –o especies de crecimiento rápido – rabanitos y lechugas – con algunas de crecimiento lento, como zanahorias y repollos.
También nos ayuda a optimizar el uso del sustrato. Es decir, la combinación de algunas especies permite que las plantas no compitan por los mismos nutrientes de la tierra. Las verduras de hoja tienen raíces superficiales y consumen el nitrógeno del suelo. Por el contrario, las plantas con raíces más profundas extraen, sobre todo, el potasio.
Por otro lado, evitamos el crecimiento de malezas, ya que, al utilizar el suelo de manera intensiva, la superficie se cubre con vegetación y las malezas tienen menos espacio y luz para crecer.
Asimismo, se favorece el control agroecológico de los insectos dañinos, ya que las especies hortícolas pueden agruparse entre sí, con plantas florales o con especies aromáticas y medicinales. Algunas especies atraen insectos benéficos para la huerta y otras, especialmente las plantas aromáticas, sirven de repelente para los insectos dañinos.
Por su parte, la rotación de cultivos consiste en no colocar siempre la misma especie en el mismo recipiente o sustrato. De esta manera, se previene el agotamiento excesivo del sustrato y el desarrollo de enfermedades.
Fuente: INTA
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