by Manuela Herrera | 13 de febrero de 2023 7:46 PM
Por Manuela Herrera
Según el Servicio Meteorológico Nacional, Argentina está atravesando su octava ola de calor estival. En este contexto, es importante no solamente prestar atención a las recomendaciones para evitar sufrir las consecuencias de las temperaturas extremas, sino también reflexionar acerca de cuál es el origen de esta situación.
El último trimestre vivido en Argentina ya es el más caluroso desde que comenzó a haber registros, en 1961. “Si consideramos todos los trimestres noviembre-enero, el del periodo 2022-2023 fue el más cálido registrado desde el año 1961, con una anomalía de +1.7°C”, explicaron desde el SMN. Según un gráfico realizado también por el SMN, en los últimos años casi no existen anomalías por debajo de los 0 grados en los periodos registrados.
Mientras nos encontramos atravesando la octava ola de calor de esta temporada, resulta interesante resaltar que en los últimos diez años no hubo más de entre cuatro o cinco olas de calor por temporada. Este fenómeno afecta a gran parte del país: la sexta ola, que fue la de mayor alcance, llegó a casi setenta localidades.
Según el gobierno nacional, una ola de calor se define como “un período excesivamente cálido en el cual las temperaturas máximas y mínimas superan, por lo menos durante 3 días consecutivos y en forma simultánea, ciertos valores que dependen de cada localidad”. Calor sostenido en el tiempo y por encima del promedio. En este punto ya podríamos empezar a relacionar el calor extremo que hemos estado viviendo con el calentamiento global, pero antes es necesario aclarar algunas cuestiones.
En primer lugar, ¿de qué hablamos cuando hablamos de calentamiento global? Para comprenderlo es necesario referirnos al efecto invernadero. Este consiste en el calentamiento producto de que ciertos gases de la atmósfera terrestre -conocidos como GEI (gases de efecto invernadero)- retengan el calor. En cierta medida es necesario, ya que sin él el clima en el planeta no sería apto para la vida. Sin embargo, gracias a la quema de combustibles fósiles y otras emisiones de GEI los seres humanos han ido aumentando el efecto invernadero y, por lo tanto, generando que la Tierra se caliente cada vez más.
Si bien es cierto que a lo largo de la historia del planeta las temperaturas han experimentado cambios, estos nunca se han producido de manera tan abrupta ni en un período de tiempo tan reducido. Según la ONU “la temperatura de la Tierra es ahora 1,1 °C más elevada que a finales del siglo XIX. La última década (2011-2020) fue la más cálida registrada”. Y el panorama a futuro no pareciera mejorar: actualmente se cree que el calentamiento global alcanzará los 2,7 °C para finales de siglo. Para evitar consecuencias drásticas, este número no debería superar los 1,5°C.
Que la temperatura de la Tierra aumente ya tiene repercusiones actualmente. Las Naciones Unidas enumeran algunas de ellas: “sequías intensas, escasez de agua, incendios graves, aumento del nivel del mar, inundaciones, deshielo de los polos, tormentas catastróficas y disminución de la biodiversidad”. Dentro de ese espectro se encuentran contenidas también las olas de calor.
Entonces ¿cómo es el vínculo entre las altas temperaturas y el calentamiento global? Si bien el calentamiento global no es el responsable de que se produzcan las olas de calor, sí está afectando su desarrollo: tiene incidencia en las temperaturas alcanzadas -mayores que antes-, en su duración y también en su frecuencia.
Pero entonces, ¿qué se puede hacer al respecto? En primer lugar, seguir las indicaciones para cuidarse del calor extremo: tomar agua, no exponerse al sol, usar ropa clara y liviana, reducir la actividad física. Y en segundo lugar -no por eso menos importante-, también es necesario tomar medidas que ayuden a hacer frente a la crisis climática: ya sea de forma individual, tratando de reducir nuestra huella de carbono, así como exigiendo a los gobiernos que accionen en esa misma dirección.
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