by Sabrina Garcia | 28 de julio de 2019 1:00 AM
El documental de Ulises de la Orden llamado Nueva mente aborda el trabajo que realiza la cooperativa Bella Flor, una organización de recuperadores urbanos que se gana el pan en el predio de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse). El film se proyecta en Cine Gaumont.
Desde el estreno en 2004 de Río arriba, el documentalista Ulises de la Orden ha venido orquestando, de manera consecuente y perseverante, una serie de largometrajes testimoniales centrados en problemáticas sociales que atraviesan de punta a punta la geografía argentina. Más allá de los aspectos más coyunturales, en la gran mayoría de los casos los conflictos que los atraviesan son el resultado de constantes históricas. No es casual que uno de los ejes que más parecen interesar al realizador sean las dificultades de los pueblos originarios en lugares como San Martín de los Andes (Amanecer en mi tierra), el Gran Chaco en Chaco y los kollas de la zona de Iruya en la mencionada Río arriba. El tema central de Nueva mente, como ocurría en Desierto verde, dedicada al uso intensivo de los agroquímicos, tiene una amplitud y alcance mayor, en tanto toca de manera directa y literal a todos y a cada uno de los habitantes de nuestro país: la basura y qué hacemos con ella, los corolarios ambientales y sociales de la falta de una política seria de tratamiento de residuos.
El estilo de la película es, como en los esfuerzos previos del realizador, de carácter tradicional, convencional incluso, con entrevistas a cámara y un tono de urgencia que la temática no hace más que confirmar en cada una de las participaciones. La atención se concentra en la cooperativa Bella Flor, ubicada en el conurbano bonaerense, una planta de reciclado que nació de la necesidad más pura y fue conformada originalmente por vecinos de la villa de emergencia lindera a los terrenos de la Ceamse, cerca del Camino del Buen Ayre.
Nueva mente recorre la explosión de los cartoneros hacia finales de la década del 90, con el Tren Blanco atravesando diariamente las estaciones de cabecera con cientos de personas y sus carros, y describe cómo las quemas y basurales enterrados de José León Suárez dieron origen a una forma poco tradicional de resistencia: del cirujeo y la búsqueda de alimentos y objetos de valor en las montañas de basura a la lógica de la separación de desechos por su alto valor de reciclaje.
De la Orden les da voz a los fundadores de la cooperativa y destaca no sólo su valor como fuente genuina de trabajo sino también su rol indirecto como oficio “reeducador” (un sociólogo, recibido luego de cumplir condena en la cárcel, afirma que la ubicación de las unidades penales y los basurales define la vida de los jóvenes de la zona: el “mundo basura” o el mundo clandestino). Finalmente, a partir de las palabras de los trabajadores de Bella Flor, el film insiste en la necesidad de reflexionar sobre cómo desechamos los sobrantes de aquello que consumimos y comenzar a tomar acciones individuales. Como ocurría en otros documentales del realizador, el registro elegido no permite que Nueva mente vaya más allá de aquello que solía denominarse “reportaje cinematográfico”, pero ese tono didáctico, transparente y directo (e intelectualmente honesto) es un norte elegido a conciencia. Al fin y al cabo, de eso se trata: de concientizar, de crear una “nueva mente” a la hora de pensar un problema actual que será aún más acuciante en el futuro.
“La idea de la película nació de la propia motivación personal o de tener la conciencia junto a mi familia de separar la basura, compostar los orgánicos y sacar las bolsas separadas de cartón y plástico desde hace quince o veinte años”, cuenta el realizador. Nunca se desprendió de la imagen de los cartoneros en el 2001 ni de cómo se fueron organizando. “Ya se los empezaba a ver con uniforme, e iban apareciendo las cooperativas. Eran cosas que veía y era un tema que siempre tenía en mente”, agrega De la Orden. Y sobre todo era un tema que le hacía ruido. Una vez que empezó a ver la realidad de las cooperativas de recicladores, se quedó fascinado. “Y cuando llegué a la Cooperativa Bella Flor en en el Reciparque del Ceamse sentí admiración”, reconoce el director.
El Ceamse de José León Suárez tiene un predio en la entrada. Allí, la gente que iba a la montaña de basura a cirujear le generaba un problema al lugar. “Incluso se había militarizado la montaña de basura, que estaba custodiada por la policía. Inventaron el Resiparque (de Residuos): negociaron con los cirujas, que son los vecinos que viven del otro lado del Río Reconquista, y les vaciaban algunos camiones en este predio a la entrada y ahí podían cirujear”, relata el documentalista. Todo eso fue creciendo hasta hoy en día que hay 11 cooperativas formalmente establecidas. “De cirujear en el medio de la basura, con el barro hasta las rodillas y en el medio de la inmundicia hace una década, ahora pasaron a tener plantas con cintas de separación, un tinglado y maquinarias”. Y ya no se llama más Resiparque sino Reciparque, nombre que da cuenta de la transformación: el parque del reciclado.
Fuente consultada: Diego Brodersen y Oscar Ranzani para Página 12
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